Joe Biden es un tipo elegante. Siempre lo ha sido. Hace décadas, cuando salió por primera vez con la que se convertiría en su esposa y la primera dama del país, la reacción instintiva que tuvo ella fue: “Esto no va a funcionar nunca, ni en un millón de años”.
Joe Biden, vestido con un abrigo deportivo y mocasines, lucía demasiado elegante para alguien que antes había salido con hombres en camiseta y zuecos.
Funcionó. Y el futuro presidente mantuvo su estilo. A veces tendía un poco a lo Gatsby, por lo que en 1974, la revista Washingtonian destacó su predilección por los trajes de raya diplomática y los mocasines con borlas, cuando lo citó como uno de los hombres mejor vestidos del Senado. En ocasiones period un estilo demasiado elegante para su entorno. En 1979, Biden, entonces senador en su segundo mandato, irradiaba confianza con un “traje a medida y una corbata cara” para un discurso en la Universidad de Alabama, según informó más tarde The New Yorker.
En ocasiones, incluso amenazó con eclipsar al jefe. Sí, seguramente fue halagador ser elogiado por el Chicago Tribune como el “hombre mejor vestido” en el discurso del Estado de la Unión de Invoice Clinton en 2000. Sin embargo, desde un punto de vista político, no period la mejor imagen.
Aun así, la elegancia le ha venido muy bien a Biden. Cuando Donald Trump, ahora de 77 años, se burla de su oponente, de 81, al llamarlo el “viejo tío Joe”, se olvida de algo que cualquier sastre estaría encantado de aclarar. La diferencia entre envejecer y verse viejo. Para evitar que tu ropa te añada años innecesarios, haz del estilo tu amigo.
“El estilo de Joe Biden es atemporal y no tiene fecha de caducidad”, dijo el diseñador Todd Snyder hace poco. Si piensan que eso es casualidad, no están prestando atención.
Dejando a un lado los solecismos ocasionales (llevar corbata larga y no corbata de moño con el esmoquin en la cena de Estado con el primer ministro japonés, Fumio Kishida), Biden siempre es el político “de elegancia sartorial” que Tom Ford elogió una vez en una entrevista para la edición británica de GQ. Y lo que es más revelador, es un ejemplo de cómo, tanto en política como en otros ámbitos, vestir bien y con eficacia requiere de experiencia y estar dispuesto a mirarse al espejo con honestidad.
“Los cuerpos cambian a medida que envejecemos”, dijo Keith Dorsett, director de distrito de Heimie’s Haberdashery, una prestigiosa tienda de ropa masculina de St. Paul, Minnesota. Todos los hombres, salvo los que estén más en forma, experimentan cierto grado de pérdida de masa muscular en el pecho y los hombros a medida que envejecen, junto con una pérdida de volumen en la espalda y cambios posturales. Quizá la báscula insista que pesas lo mismo que a los 30 años. Pero no puede explicar por qué algunos de esos kilos se convierten en lonjas.
“Piensen en las pocas veces que nos miramos al espejo y vemos la realidad”, cube Dorsett. “En todo momento, pero sobre todo con la edad, que la ropa te quede bien es lo primero”.
Esa postura está respaldada por expertos, entre los que se encuentran Giovanni Bianchi, director de la marca de ropa masculina L. B. M. 1911, fabricante de lo que Esquire denominó en su día el bléiser perfecto. “La edad no es el elemento que outline la capacidad de vestir con eficacia”, afirmó Bianchi por correo electrónico desde su casa de Mantua, Italia. “La edad solo es el issue determinante si tomas las decisiones equivocadas”.
Por desgracia, elaborar estrategias para la dinámica de un cuerpo que envejece requiere habilidades que pocos de nosotros poseemos de manera innata. Como ya no estamos en un mundo en el que abunden las tiendas de ropa de caballeros y donde las prendas se ajustan a la medida, lo que nos queda son los tristes relatos de la edad: un abrigo deportivo con hombros de espantapájaros, una manga que cae más allá de la muñeca, dobladillos de pantalón que forman pliegues alrededor de los zapatos.
A no ser que seamos el presidente Joe Biden, que sin duda ha aprendido las lecciones de confeccionistas como Brooks Brothers y Jos. A. Financial institution (y, es de suponer, de establecimientos mucho más elegantes, aunque la Casa Blanca se negó a mencionar cuáles a través de un vocero). Biden sigue perfeccionándolas incluso cuando ocupa el más alto cargo y, sin proponérselo, da clases magistrales sobre trucos de vestuario que distraen de las inevitables depredaciones del tiempo.
“Con un cuerpo mayor, se puede hacer lo que hace Biden y poner un poco de estructura en los hombros sin dejar de ser sutil, de modo que quede a medio camino entre un corte británico y uno italiano”, explicó Dorsett. Se puede crear una forma sutil en el forro trasero de una chaqueta, donde inevitablemente hay “menos volumen en el hueso a medida que se envejece”.
Puedes optar por camisas blancas con el cuello ligeramente levantado y un poco abierto, con las puntas bien encajadas bajo la solapa. El doble efecto minimiza la piel que cuelga del cuello y enmarca muy bien el rostro. Puedes optar por corbatas de colores lisos y abrocharlas con nudos simples o un nudo medio Windsor que nunca se vea como un puño agresivo en la garganta.
Según Dorsett, es fácil evitar los peores errores de “vestirse viejo” si se piensa en el cuerpo como algo definido por sus articulaciones: caderas, codos, tobillos, muñecas y rodillas. Las mangas deben tener el dobladillo a la altura de la muñeca, sugirió, para evitar el delator declive de los abuelos. Recorta el faldón de una chaqueta un pelo más corto, no para conseguir el estilo de Thom Browne, sino para evitar que parezca que volviste a comprar tu bléiser de los años 70 en el estante de gangas de una tienda de segunda mano.
“Lo más importante a la hora de vestir es que nuestra ropa tiene un mensaje que transmitir”, explicó desde su sede de Atlanta Sid Mashburn, un antiguo diseñador de J. Crew y Ralph Lauren que ahora dirige una cadena de tiendas que llevan su nombre. “Son una representación mucho mayor, más de lo que nadie quiere reconocer”.
Sin embargo, ¿por qué admitir ser una valla publicitaria? ¿Acaso decir más haciendo menos no es la clave de la evolución del estilo? ¿No es la sutileza el menos apreciado de los superpoderes? Si hay algo que distingue el estilo del hombre que ocupa el Despacho Oval es que, de forma casi imperceptible, ha aprendido a vestir de una manera que parece al mismo tiempo accesible y dominante, digna pero no remota, venerable pero vigorosa y extraordinariamente conocedora de la moda.
El azul que Biden prefiere en sus trajes, por ejemplo, es un tono considerablemente más brillante que el fúnebre azul marino que suelen llevar los jefes de Estado, un shade que, por cierto, no perdona el envejecimiento de la piel. También es un shade muy parecido al azul sobre el que se disponen las estrellas de la bandera estadounidense. Su nombre en Pantone es Previous Glory.
¿Fue una coincidencia o un astuto truco de semiótica presidencial? Eso habría que preguntárselo al jefe.
Man Trebay es reportero de la sección de Fashion del Occasions, donde escribe sobre las intersecciones entre estilo, cultura, arte y moda. Más de Man Trebay